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Las deidades invernales se retiran

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Aspen Lake Sweden.Photo R.Puig

Lago de Aspen. Suecia. Foto R.Puig

Los apus de los Andes

En el Perú fui testigo, hace más de cuarenta años, de las ofrendas al Apu tutelar de los campesinos de las naciones quechua y aymara en una montaña de los Andes en el distrito de Ocongate. Allí participé en la ascensión sagrada de cientos de ukukus que subían en fila india al glaciar que baja de la cumbre del Qoyllor Ritti (estrella de plata), el nevado Colquepunku, iluminados por la luna llena, llevando cada uno el cirio que había encendido en la capilla del Cristo al pie de la morrena.

Ante el Koyllor Ritti en 1969

En el glaciar del Qoyllor Ritti en mayo de 1969

Tras la delicada escalada de esa serpiente de luces, una vez clavado el cirio allá arriba, descendían cargando a sus espaldas pesados bloques de hielo. Al llegar a la vaguada los depositaban como ofrenda frente al santuario antes de proceder a la ceremonia de los flagelantes. ¡Una vela al Apu y una ofrenda de hielo al Señor! Ese era el intercambio para tener contentos a todos los dioses.

 Los apus de Gotemburgo

El troll de la roca.Foto R.Puig

El troll de la roca.Foto R.Puig

En Gotemburgo abundan los peñones por la ciudad y sus alrededores. En invierno afloran de sus hendiduras los rostros helados de sus ocultos dioses. Pensamos que son simples cascadas de agua helada. Pero, si a la manera de los habitantes del altiplano andino  abriésemos nuestros sentidos a los misterios de la tierra, sabríamos que los roquedales de la región de Västra Götaland están habitados por sus apus.

Cuando los hielos está en su apogeo no es fácil distinguir la fisionomía de estas deidades aparentemente inmóviles. Pero cuando Invierno comienza a despedirse, sus dioses menores dejan ver por breve tiempo su rostro de troll, antes de refugiarse como cada año en las entrañas de los batolitos sobre los que se asienta la región, y aguardar así pacientemente a que la primavera, el verano y el otoño pasen.

Hace pocos días he conseguido sorprender a uno de estos diosecillos en plena retirada, con su boca desdentada, sus barbas heladas y unas blancas cejas que esconden sus ojos tristes, si es que no irritados y amenazadores.

Las barbas del troll. Foto R.Puig

Las barbas del troll. Foto R.Puig

Los patinadores que se arriesguen sobre el hielo en este final de invierno pueden ser víctimas de los vengativos maleficios de tales deidades. No en vano el poderoso Bóreas, obligado a regañadientes a dar paso a vientos más templados que soplan desde tierra atraídos por la corriente del Golfo, cela sus amenazas bajo la fragilidad de las superficies heladas y descarga su frustración sobre esos aventureros que cada año sucumben fatalmente a sus engaños.

En cualquier caso a este grajo que juega al fútbol sobre el hielo de un canal en Gotemburgo las postreras iras del divino Invierno no le afectan:

Tampoco le van a faltar espectadores, como este congénere que sigue sus regates desde lo alto de una farola…

Un espectador de la tribuna.Foto R.Puig

Un espectador de la tribuna.Foto R.Puig

Ni tampoco falta un camarada más profesional que viene a reconvenirle:

“¡por amor de Dios, no seas cutre, usa esta otra pelota!”

Esta pelota es más profesional. Foto R.Puig

Esta pelota es más profesional. Foto R.Puig

“¡No ves que la tuya no es reglamentaria”

Aquí estoy yo.Foto R.Puig

Aquí estoy yo.Foto R.Puig

Otros hinchas, más perezosos, sólo quieren contemplar el espectáculo sin intervenir y  sin que les preocupe el amenazante y helado troll de la otra orilla

No llega el barco. Foto R.Puig

“Tienes razón. Desde que se fue Guardiola ya no es lo mismo”. Foto R.Puig



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